jueves, 22 de marzo de 2007

El Gusano

EL GUSANO


Una madrugada de otoño, Alberto Graciano despierta tirado en el patio de su tranquila casa en las afueras de la ciudad. Según abre los ojos, la primera sensación física que tiene es un dolor agudo en el hombro además de adormecimiento en el brazo derecho, el cual descubre, se encuentra en un ángulo de 90 grados con respecto a su cuerpo y con el dedo índice apuntando hacia las tenues estrellas que aún se aprecian en el cielo del amanecer. Al principio está desconcertado, pero el desconcierto se transforma en algo cercano al miedo. Por alguna razón, no se mueve inmediatamente, se queda ahí, con los ojos abiertos mirando hacia la nada y el brazo adormecido sujetado. El brazo poco a poco va recuperando su calor y sensibilidad, pero Alberto siente en el resto de su cuerpo frío, sudor frío.

Alberto finalmente se levanta y se dirige hacia la casa, al tomar el picaporte de la puerta de atrás se da cuenta de que está abierta. La empuja y lentamente entra en la casa, asomando primero la cabeza. Todos sus sentimientos se funden en puro alivio cuando se da cuenta de que todo parece normal dentro de la casa. Se sienta en una mesilla de la cocina y suelta un suspiro, mira hacia la ventana preguntándose que es lo que hacía tirado en el jardín.

Por alguna razón, al siguiente lugar de la casa a donde decide ir es a su estudio. Alberto es dibujante de comics, y hace un tiempo se hizo un estudio en el garaje. El coche lo deja ahora con un guardapolvos en la calle. Abre la puerta que va del recibidor al garaje; ahí también todo parece normal. Todas las cosas se ven en su sitio, los lápices, los botes de tinta, los demás utensilios, un lienzo y la mesa de dibujo. Justo cuando se acerca a la mesa hay un apagón. Todo está en oscuridad, a Alberto se le corta la respiración. Súbitamente, la luz vuelve. Justo en ese momento Alberto, ya frente a la mesa de dibujo, descubre con horror que hay algo dibujado en la página; algo que no recuerda haber dibujado, que es imposible que hubiera salido de su cabeza y que es tan horrible que casi le hace perder el conocimiento.

Casi de un solo movimiento, enrolla el horrible dibujo y lo mete en un tubo de cartón tirándolo por encima de una estantería. Sale corriendo del estudio y cierra la puerta con llave. Se apoya en ésta para recobrar el aliento, y frente a él, en un espejo del recibidor, se refleja una cara deformada por el terror absoluto.

Poco después, ya en su habitación; náuseas y otros síntomas de enfermedad le atacan. Se siente terrible. Un punzante dolor de cabeza le invade, haciendo que le pulse el ojo derecho y le ataquen las náuseas y termina vomitando violentamente en la taza. No ha comido nada, así que lo que único que expulsa es baba, expectoraciones y gemidos. El pecho casi le explota de dolor por los espasmos.

Mientras permanece postrado frente a la taza muchas cosas desconcertantes pasan por su cabeza con respecto al dibujo; a despertar tirado en el jardín; a esa posición extraña del brazo; a las náuseas. Se pregunta si está enfermo y tiembla al plantearse que podría estar perdiendo la razón. En ese momento, siente algo, como un insecto en la parte de atrás del cuello y con un acto reflejo se lleva la mano a la base de la nuca. Sin embargo, no consigue atrapar ningún insecto.. Voltea a ver a todos lados a ver si el insecto ha volado o saltado, pero no ve nada. Apenas apartar la mano, algo se vuelve a mover. Esta vez, Alberto se mira de perfil al espejo e intenta mirar de reojo. Nota un bulto en su cuello, de forma como una larva. De repente, esta repta hacia arriba en su cuello con un movimiento rápido. Para su horror, Alberto se da cuenta de que lo que se mueve por su cuello es en efecto, una larva, pero el horrible insecto se arrastra por debajo de su piel. Alberto pierde el sentido.

Al día siguiente pide una cita en el médico, pero como era de esperarse, no hay citas hasta para dentro de dos días. Se tumba en la cama, y sin agua, se engulle una seca pastilla para dormir que le desgarra la garganta. Las náuseas no han cesado, ni la fiebre, y ahora siente un olor como a vómitos y aserrín que le persiguen por todos lados. Pronto se recoge en una posición fetal y espera el efecto de la pastilla. Para cuando despierta, es pasado el mediodía. Aliviado, se da cuenta de que sigue en la cama, de que no se repitió lo que sea que haya pasado la noche anterior y no despertó en medio del jardín en una posición extraña. Sin embargo, tiene un horrible sabor en la boca, como si todas las encías le hubieran sangrado al mismo tiempo y cuando se mete en el baño se da cuenta de que tiene toda la boca manchada en sangre y las paredes del baño también están manchadas y ahí donde la mancha de sangre es mayor, hay lo que parecen ser pelos de algún animal, tal vez un gato.

Sale del baño y se echa en el suelo a un lado de la cama donde de nuevo, siente algo reptar bajo la piel. Ya no sabe que le pasa y no sabe que hacer, cierra los ojos y rompe a llorar. Entre gemidos se intenta incorporar apoyándose en la cama, pero cuando levanta la cara, mojada en lágrimas de desesperación, ve que el techo de la habitación está lleno de símbolos extraños y está el mismo horrible dibujo que vio un día antes en su mesa.

Siente la larva caminar más y más. La siente acercándose al cerebro.

Se levanta de un salto y baja corriendo. Tropieza y cae escaleras abajo, golpeándose por todos lados, tal vez tiene un brazo roto y le brota sangre por la nariz. Se levanta pesadamente. La larva se vuelve a mover, le acaricia macabramente la parte del cuello más próxima al cerebro. Sabe que ya casi está ahí.

Entra en la cocina y saca el cuchillo más grande que tiene. Se lo mete lentamente por la boca hasta incrustárselo en la nuca…

No hay comentarios: