viernes, 29 de diciembre de 2006

Enrique y Antonia

Enrique tiene cáncer en la garganta desde hace dos años. Ahora él tiene setenta y siete. Antonia, su esposa tiene tres menos que él.Viajan juntos en el metro totalmente en silencio. Enrique sabe que con el ruido del vagón es imposible que Antonia pueda escucharle. No es que Enrique ya pueda hablar mucho en estos días y además la entrada del invierno agrava sus problemas. Enrique solía ser un excelente conversador y de hecho, lo primero que hizo a Antonia enamorarse de él eran sus fascinantes historias y divertidas anécdotas. Todo eso ha quedado ya en el pasado.

Con el paso del tiempo, Antonia le habla a Enrique cada vez menos. El alma se le hace pedazos cuando escucha la rota voz de su marido y ve las muecas que su boca hace al intentar vocalizar la más simple de las palabras. Muchas veces el esfuerzo es en vano. Enrique quisiera utilizar los pocos sonidos que le quedan por emitir a sus cuerdas bucales para decirle a Antonia que la ama y que si sigue vivo es porque no se atrevería a dejarla nunca. Escuchar esto es quizás lo que el corazón de Antonia necesita para descansar un poco y saber que en verdad está haciendo algo por su marido, pues todos los días siente la impotencia de no tener en sus manos el devolverle la voz o al menos aliviarle un poco el constante dolor que el siente. Pero Enrique no se atreve a decirle nada. Casi le da vergüenza dirigirse a ella con esa rota voz. Esa maldita y horrible rota voz.

Sin embargo, Enrique encuentra la mirada de Antonia y no puede evitar sonreírle como le sonrió aquella primera vez que la vio hace ya tanta vida.Este gesto, sin necesidad de palabra alguna, consuela las lágrimas de ambos en las noches, cuando se dan la espalda en la cama y duermen para olvidarse un poco de sus penas, viajando a un lugar donde siempre son jóvenes y nadie está enfermo, todos pueden hablar y nadie afronta una inminente muerte.. En ese mundo de sueños, el joven Enrique solo mira a la joven Antonia y le sonríe. Tampoco aquí les hacen falta las palabras.

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